Ross Monasterios: Vida post Covid19
- Ross Monasterios
- 15 may 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 21 ago 2021
La llegada del COVID-19, trajo consigo innumerables efectos y con ellas un reimpulso hacia la modernización en aspectos económicos, sociales y educativos, que nos obligó a reinventarnos diariamente. Antes solíamos disfrutar con gran intensidad de un mundo que continuamente iba evolucionado y a su vez consumiéndonos dentro de él, un mundo en donde siempre había tiempo para todo y todos, pero menos para uno mismo y sin darnos cuenta de ello estábamos sumergidos en una superficialidad que abrumaba nuestra ya agitada vida y, las decisiones que tomábamos en ella.
Nuestro día a día caracterizado por el “corre -corre”, hacía que viviéramos como si no existiera un mañana y, el tiempo solo valía sí, hacíamos productiva nuestra monotonía, atrapados en el falso concepto de que ser feliz dependía de como pensara la sociedad y de lo que hicieras dentro de ella. Evidentemente la cuarentena alteró nuestra cotidianidad, y la manera que teníamos de llevar la vida, sin embargo, pese a sus secuelas, vivimos la pausa y el descanso que nuestro planeta necesitaba, y nosotros el tiempo que tanto anhelábamos para conectarnos con nosotros mismos y darle paso a la introspección, lo cual generó una serie de cuestionamientos que nos permitieron replantear nuestros objetivos, metas y mirar profundamente, nuestro interior.
El COVID sigue y ¿Cómo es la vida ahora?
A más de un año de la pandemia, aún nos toca vivir con sus medidas, adaptando nuestras vidas a nuevas maneras de ser, hacer y convivir. Aunque a menudo hemos sentido melancolía al recordar nuestra vida pre y post pandemia, es inevitable reconocer y aceptar todo los aprendizajes adquiridos en ese proceso.
A lo largo de este tiempo aprendimos la importancia e influencia de la higiene en nuestra salud, ya no salimos de casa sin gel antibacterial, alcohol, guantes y cubre bocas, hemos incorporado nuevos hábitos con mayor constancia en nuestra vida diaria. Aprendimos también a tener más responsabilidad social, a ser más empáticos los unos con los otros y sobre todo a valorar la presencia de nuestros seres queridos, fortalecimos nuestros vínculos y descubrimos lo afortunados que somos al tener con vida a nuestros abuelitos.
Estando en casa aprendimos a trabajar en equipo, tanto en colaborar con las tareas del hogar como en ayudar a los niños en su educación a distancia, nos volvimos más autodidactas y supimos convertir nuestro aposento en nuestra mejor oficina. Con tanto tiempo demás, nuestra negación al ocio trajo como producto un periodo de creatividad, innovación y búsqueda del aprendizaje para impulsar el desarrollo de algunos talentos que sin saberlo teníamos y hoy nos apasionan.
Con la nueva modalidad virtual, o presencialidad remota, nuestras ideas se expandieron, logrando generar una ola de emprendimientos en todas las áreas, encontrando desde marcas de ropa, accesorios, hasta repostería, manualidades, entre otras. Gracias a las plataformas digitales el mercado de las ventas se diversificó permitiendo así a los negocios, que su producto les llegue con más facilidad a sus consumidores.
Ante toda esta nueva realidad que no sabemos cuánto tiempo nos acompañará, elijamos todos los días caminar desde el amor y la conciencia universal que nos conecta con el aquí y el ahora, para así vivir en esa deseada paz metal que todos queremos tener, siempre existirán las adversidades y algo que aprendimos muy bien es que todo puede pasar y lo único que nos llevamos de este plano existencial es lo que en vida construimos en nuestro interior, tratemos de vibrar lo más alto posible y disfrutar de lo que el mundo tiene para ofrecernos.
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